El ecocidio es imparable y lo observamos como anestesiados.
La foto aérea del mar turquesa, las sombrillas de colores y algunos bañistas cerca de la orilla responde al estereotipo de “una playa paradisíaca”. Pero la acompaña un título catástrofe: “El mar de Miami, a 38 grados: peligran los corales”.
Semejante oxímoron remite a la obra Sun & Sea, premiada en la Bienal de Venecia, que se pudo ver en Colón Fábrica a principios de este año. En esa experiencia creada por tres artistas lituanas, gente de todas las edades yace sobre la arena charlando, jugando a las cartas o tomando sol.
Pero las letras que entonan -en una suerte de ópera- no hablan de vacaciones soñadas, sino del mar lleno de colores de botellas de plástico, de lo extraño que es comer kiwis en verano, o del tremendo olor que emana de los peces podridos.
Consecuencias del cambio climático
El cambio climático no es una amenaza: está aquí. Bastan algunos datos. El 3 de julio fue el día más caluroso de la historia de la Tierra. Es dramática la escasez de agua potable en Montevideo. Miles de turistas fueron evacuados con lo puesto debido a incendios en la isla griega de Rodas.
En tanto, nuestras medidas “ecoamigables” son poco más que maquillaje. En el supermercado ya no dan bolsas plásticas a destajo, pero el packaging contaminante sigue vivito y coleando.
Los encargados de edificios cobran un plus por separar la basura, pero nadie controla. (En Barcelona, por caso, los consorcios que no reciclan se exponen a fuertes multas). Los contenedores verdes están llenos de desechos orgánicos… La lista de contradicciones es interminable. Y parecen irreversibles.