«Cuando te dicen que tienes dos cánceres y las cosas no van bien, yo aplico el principio de realidad. Otros aplican la negación, el rechazo o la depresión. Todas son buenas, siempre que te sirvan». Así hablaba Ramón Lobo (Lagunillas, Venezuela, 1955-Madrid, 2023) de cómo afrontaba su propia muerte. El 25 de junio, tras una ausencia de ocho meses de su cita semanal en «A vivir» con los oyentes de la Cadena Ser, pidió a Javier del Pino hablar del avance de su enfermedad. «Del cáncer. La palabra se llama cáncer. Se puede decir, no es contagiosa» . Y de la muerte. Del Pino, con los ojos enrojecidos (como he sabido después), le preguntaba cómo era capaz de bromear con la muerte y él respondía que siempre había estado ahí, que en los últimos meses había leído mucho sobre ella y estaba preparado. Allí contó esa conversación con el oncólogo anunciando malas noticias, él tenía en la boca un caramelo Halls picante y la mascarilla puesta, con los ojos húmedos, y pensó, «Este tío pensará que me estoy emocionando. Y si le digo que es por el Halls voy a parecer un imbécil». Cuando Ramón hablaba del final, había que esforzarse en tener la mitad de entereza que él. Fue el promotor del homenaje, libro en mano, en el entierro de Almudena Grandes y organizó su propia despedida, dejando instrucciones a su buena amiga Nieves Concostrina para que nos acompañara a llevar las flores de sus coronas al cementerio civil y dejarlas sobre las tumbas de sus ilustres moradores: «A todos los rojos, masones, librepensadores». Y después cruzar la Almudena católica, con parada y visita a Pérez Galdós, y acabar en el muro de las Trece Rosas. A la «familia elegida», María, Willy, «Maribelina», les explicó dónde guardaba los documentos para no dejar problemas a nadie. Y se concentró en acabar su séptimo libro, sabiendo que sería póstumo . Viajero incansable, se ha marchado sin poder hacer la visita a Japón que planeaba, pero recordando la última estancia en Venecia, cuando ya conocía el probable desenlace. Tampoco han podido ser los viajes a Trieste («Siempre fue mi puerta de entrada a los Balcanes, pero nunca me paré») y Estambul, pero sí pudo buscar a sus antepasados en Normandía. Quería llegar al 23 de enero y cumplir 69 años, «No me preguntes por qué, me gusta ese número», reía con Javier del Pino. Y al 25 de abril, 50 aniversario de la Revolución de los claveles. Sin embargo, no le parecía mal despedirse el mismo año que Tina Turner, Martin Amis, McCarthy… e incluso Berlusconi. Me ocupé de sus queridos gatitos mientras realizaba algunos de estos viajes y, si así se decide finalmente, Nana y Morgan pasarán a ser de mi familia. Sé que ronronearán por ti, querido Lobo.
![Ramón Lobo: hasta las guerras te van a echar de menos Ramón Lobo: hasta las guerras te van a echar de menos](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2023/08/03/ramon-lobo.jpg)